El Objeto F-F, su descubrimiento
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Esta es la historia del descubrimiento de un objeto conocido originalmente como el Objeto F-F y, luego, como la Galaxia Fourcade-Figueroa ó ESO 270-17. Una historia que conoceremos gracias a uno de sus protagonistas, en un emocionado relato que muy pocas veces fue contado y hoy, aquí, podemos leerlo.
El objeto F-F es una interesante galaxia espiral barrada, que puede pertenecer al grupo de galaxias de NGC 5128 y, posee un notable tamaño aparente de 15,1'x1,7', mag. 10,6 y brillo superficial 14,1. Conociendo sus parámetros y su ubicación en la constelación de Centaurus, entre el famoso cúmulo globular omega Centauri (NGC 5139) y la galaxia Centaurus A (NGC 5128), a 2,3º al noreste del cúmulo y a 3º al sudeste de la conocida galaxia y, por más que tenga un bajo brillo superficial; a uno le resulta extraño saber que esta galaxia no haya sido descubierta mucho antes, más pudiendo observarse en un telescopio reflector newtoniano de 10" (ver Exótico Cielo Profundo 13) ¿Cómo es posible que nadie la haya visto en los exhaustivos rastrillajes fotográficos del cielo, de principios del siglo XX? ¿Cómo pasó desapercibida, en medio de un poblado campo estelar, a los experimentados ojos del gran John Herschel, cuando escudriñaba los cielos del Sur en el siglo XIX?
Los cierto es que la desafiante galaxia fue descubierta, el 27 de mayo de 1970, desde el Observatorio Interamericano de Cerro Tololo, Chile, por el astrónomo argentino Carlos Raúl Fourcade (1927-1993), junto con su asistente nocturno, el chileno Edgardo Javier Figueroa.
Carlos R. Fourcade, luego de desempeñarse como bancario por varios años, ingresó como técnico en el Observatorio de Córdoba y, allí, ya con unas cuatro décadas de vida, comenzó a cursar la carrera de Astronomía. En ese año, el del descubrimiento, aún no se había doctorado, logro que realizó en el año 1972, bajo la dirección del gran astrónomo alemán Jürgen Stock. En 1976 fue Director Sustituto del Observatorio Astronómico de Córdoba, Argentina.
Edgardo E. Figueroa, vive en Santiago de Chile y, tuvo la suerte y el conocimiento, para haber trabajado en los grandes observatorios de esa época en Sudamérica. Él es el gran protagonista que, muy amablemente, accedió a enviarnos una grabación con su voz, relatándonos la historia del descubrimiento.
A continuación transcribimos sus amenas palabras:
La historia que a continuación relato, nunca ha sido contada en Chile y, pocas personas la han escuchado. Esencialmente queda para mí como una anécdota, producto de la casualidad laboral. Me llamo Edgardo Javier Figueroa Giovannetti, tengo 70 años y, trabajé durante 31 años, en dos Observatorios de los más importantes de Sudamérica, uno de ellos Tololo (AURA), por unos 5 años y, a posteriori, 27 años en La Silla.
Lo que a continuación se contará, que es el descubrimiento de un objeto celeste bautizado como Objeto F-F en sus comienzos y, más tarde con un número del catálogo ESO, es simplemente, como dijera, producto de la casualidad.
Contaré un poco como era en aquel entonces, los años setenta, en Tololo: Éramos varios asistentes nocturnos, que asistíamos a los astrónomos en sus observaciones, ya fuera preparando los telescopios, el instrumental necesario, material fotográfico, placas espectroscópicas, fotómetros, etc., en fin, una gran cantidad de instrumentos que se acoplan a un telescopio con la finalidad observacional requerida.
El lugar, Tololo, queda a aproximadamente 2200 metros de altura, en la zona de La Serena, Chile y, es un lugar muy hermoso, muy agradable, como toda la pre-cordillera a esa altura, generando una situación laboral muy especial. En la época en que el descubrimiento se hizo, mayo, es el otoño y cerca de la entrada del invierno allí, en estas latitudes. Cerro Tololo recibía y abría sus puertas para toda la comunidad astronómica general, por lo tanto, personas de Sudamérica tenían acceso a los diferentes telescopios que allí había.
El descubrimiento, digo yo, es una gran casualidad, por que la persona que iba a hacer observaciones, un astrónomo llamado Carlos Fourcade, de Córdoba, ya un hombre mayor de edad, que de un trabajo, aparentemente dentro de la banca, había demostrado un interés por las matemáticas y la física, derivó, creo, hacia la astronomía.
Don Carlos, por aquel entonces, necesitaba un cierto tiempo de observación [Tenía pensado estudiar los cúmulos globulares NGC 5286 e IC 4499, en Centaurus y Apus, respectivamente] y, se le asignó, para un trabajo fotométrico, el telescopio llamado de 1 metro. Desgraciadamente, esa época del año no le entregó cielos claros, nítidos, como los requeridos para hacer fotometría y, le toco una seguidilla de 9 días nublados completamente. Y así fueron transcurriendo los días en espera de que se abriera el cielo, noche tras noche esperábamos hasta bien avanzada la noche, más allá de las 4 de la mañana y, jamás se dio que el cielo se abriera. Así que durante esas noches de espera, bueno, agotamos todos los elementos de entretenimiento, ya fuera algún chocolate u otro dulce, algo de beber, etc., en fin, dada la situación, para compensar a Don Carlos, como para alegrarlo, ya que no lograba obtener los datos que requería.
Don Carlos, a su edad y, por una cierta condición física, estaba obligado a usar un bastón [Había sufrido una parálisis a los 20 años], cosa que nos hacía sentir por él, no exactamente compasión, pero sí las consideraciones propias a su persona, la cual va en busca de un futuro, un futuro profesional, un futuro vocacional. Desgraciadamente, habría tenido que esperar otro año más, para volver a tener su tiempo en el telescopio.
Es así que transcurre el primero, segundo y, hasta el noveno día, sin él poder hacer la más mínima observación. Nosotros, los asistentes, teníamos algunas facultades para poder utilizar algún otro telescopio del lugar y, esa novena noche se hicieron algunos claros en el cielo. Ahí, Don Carlos me pregunta, específicamente a mi y casualmente, si podríamos utilizar algún otro telescopio que no fuese el que tenía asignado y, siendo la única cosa que se podría hacer, entre las nubes, alguna simple fotografía, es decir, alguna placa fotográfica.
Fue así que subimos a la cúspide de la montaña y, preguntándole que era lo que quería hacer, él me dice, bueno unas 3 plaquitas, por favor. Luego decidimos en que parte del espectro lumínico era su interés y cargamos las emulsiones apropiadas y los filtros adecuados en el telescopio. El Curtis-Schmidt, es un telescopio esencialmente fotográfico, con capacidad para imagen directa o a través de un prisma para hacer espectrogramas. Bueno, preparamos todo, digo preparamos por que éramos solo nosotros dos, aunque el operador era yo, preparamos el telescopio y nos fuimos a buscar alguna parte del cielo donde habría algún hoyito, sin nubes y, metimos una exposición de 20 minutos. Don Carlos solicitó una segunda placa, con diferente tipo de filtro y mismo tiempo de exposición y, luego, una tercera placa, en esta oportunidad con otra emulsión y otro filtro, también del orden de los 20 minutos. Yo pensaba para mis adentros, mientras tomábamos las fotografías, que era escaso el valor que estas placas podrían tener, pero, para Don Carlos, eran importantes pues pretendía obtener lo que se llaman Finder Charts o, Cartas de Búsqueda, para poder, más tarde, estudiar algún otro objeto.
Al termino de las tomas, bajamos, ya muy cerca del amanecer, al laboratorio fotográfico que está en la planta baja de este edificio donde está el telescopio y, revelamos cuidadosamente, estrictamente atenidos a la calidad que en Tololo se intentaba dar siempre al trabajo científico, y más tarde, una vez reveladas, fijadas y enjuagadas las placas, nos fuimos, como es típico del observador u observadores, al microscopio o microscopios, para ver que se había obtenido.
La Curtis-Schmidt, era y, no se si aún sigue funcionando, un telescopio con muy buena calidad a lo largo y ancho de todo el campo, campo que no recuerdo exactamente de qué orden es y, la calidad de las imágenes es notable, incluso en los bordes de la placa.
Es así como, mientras Don Carlos iba mirando en el microscopio (yo en aquel entonces, muy joven y con una vista muy aguda), le insisto para que mire en un rincón, donde se veía una especie de “ínfimo gusanito”, como es natural, más allá de las imágenes puntuales de las estrellas. A instancias mías, Don Carlos, desliza la placa colocando esa zona en el campo del microscopio y, le llama mucho la atención lo que yo le mencionaba. Y es así como se pone muy inquieto, estimulado de alguna forma, por una cosa que iba a compensar los 9 días y 9 noches perdidas y, muy contento me dice... Figueroa, parece que aquí tenemos algo muy raro, muy especial... Creo que Don Carlos Fourcade era un hombre muy astuto, muy capaz, y percibió de inmediato que es lo que podía dar este extraño objeto.
Terminamos de enjuagar las placas, les dimos una secadita rápida y, yo me retiré a dormir, ya eran como las 7 ó 7:30 de la mañana y, él, aparentemente bajó, placa en mano, hacia la biblioteca del Observatorio, como es natural y, voy a usar una expresión popular, “de cabeza” a los mapas estelares para buscar si este objeto estaba ya individualizado o no.
Bueno, para gran alegría de él, el objeto no estaba registrado en ningún mapa de los que allí existían.
Por lo tanto, al mediodía, alrededor de la una o dos de la tarde, cuando nosotros, los asistentes, nos levantamos para, después de haber dormido, ir a almorzar, me encuentro con uno de los hombres más felices de la vida, Don Carlos Fourcade se me acerca y me dice: "Figueroa, hemos descubierto un nuevo objeto en el cielo" ¡Don Carlos! Le digo yo, no me diga... "Claro" me dice... "Aquello que miramos en el microscopio, no está registrado en ningún mapa, no cae en ningún catálogo de ninguna especie".
Y es así, como ya había llamado a una oficina central de descubrimientos en estados Unidos, donde seguramente, también registran por ejemplo los cometas, y sobre esa materia nosotros teníamos bastante experiencia, ya que varios cometas fueron descubiertos en Tololo.
Bueno, Don Carlos había hecho las inscripciones del objeto y, ahora solo quedaba esperar unas 48 horas, para confirmarlo. Es allí, que Don Carlos, tiene que bajar a la civilización, a su país de origen.
Más tarde, él me envía correspondencia para informarme sobre el objeto y, hay una que tengo aquí, una carta con un timbre de encabezamiento del Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, que dice así:
Córdoba, 3 de mayo de 1973. Estimado Figueroa: Aquí le mando el trabajo sobre el Objeto Fourcade-Figueroa, publicado en Astronomy and Astrophysics. Posiblemente continúe investigando este fascinante objeto y, lo tendré al tanto de las novedades que se produzcan sobre el mismo. Aprovecho la oportunidad para saludarlo con un apretón de mano. Dr. Carlos Fourcade.
PD.: Le envío unos reprinted para que reparta entre sus allegados y le recomiendo deje uno en la biblioteca.
Quiero decir con esto, que don Carlos, ya se había doctorado en astronomía; creo que fue una gran alegría para nosotros, ver que aquella persona a la cual asistimos en sus primeros intentos de llegar a alcanzar un grado de este tipo, lo había hecho. Es una de las sensaciones más gratas que he tenido en mi vida, la de ver que un co-continental alcanzaba posiciones de renombre en el mundo. Particularmente en el mundo científico.
Y es ésta, como aproximadamente yo mal recuerdo, la historia del descubrimiento de esta galaxia.
En el año 1994, creo, mientras trabajaba en La Silla, el astrónomo argentino Horacio A. Dottori, me envía una nota con otro paper del objeto, dándome a entender que muchos años después, aún este objeto seguía despertando gran interés científico.
No es mucho más lo que puedo agregar al respecto. El descubrimiento no es más que un accidente, una situación en que, chilenos y argentinos, se encontraron para compartir, y yo lo agradezco, los honores que al observador le corresponden; sin olvidar que, como es natural, fue gracias a la disposición que nos permitía el Observatorio de Tololo, de utilizar, a casi nuestro antojo, algún otro telescopio que no fuese el asignado para el astrónomo.
Por último, muy emocionado, nos dice:
Esto es simplemente el hilvanado de una memoria que ya comienza a desvanecerse con la edad... Ojalá, ambas naciones, remen algún día para un futuro en común.
Hasta luego.
Queremos dar las gracias a Edgardo Figueroa, Miguel Arizu, Santiago Paolantonio y José R. Laborde, quienes amablemente han colaborado, haciendo posible esta nota.
Imagen POSS2/UKSTU Blue de la galaxia Fourcade-Figueroa (ESO 270-17)
gracias por hacerme sentir tu amigo.